EL TIROTEO
Los cuatro ronin vivieron ocultos como leñadores en un cerro no muy lejano, en la frontera con territorio Escorpión. Hasta el día de los crímenes, nadie supo más de ellos, ni si todo fue repentino o pasaron todos esos años esperando una guardia baja para su revancha.
Tras despedirse de sus hermanas asegurando que 'iban a cazar tórtolas', Endo y Hanzo tomaron sus arcos y una provisión de flechas fabricadas por ellos mismos. Era el festival de Tanabata en Puerto Hurrarco cuando llegaron. Aparecieron por un callejón, y dispararon sus tres primeros virotes sobre sendas niñas de 7, 10 y 12 años, hijas de Tsuruchi Toshiro. Shika, la de 10, fue alcanzada pero logró salir con vida al hacerse la muerta. A continuación, los dos hermanos 'bakezori' caminaron con paso lento y firme, surgiendo de las esquinas y aflecheando a todo aquel cuya ascendencia Fuseya conocían, así como todo heimin a su servicio. Incluso dos arqueros de guardia fueron heridos de gravedad, al no poder disparar más rápido que los asesinos aun teniendo sus armas preparadas.
Tras la matanza, los hermanos Endo y Hanzo huyeron a la sierra. Las patrullas los hallaron nueve horas después, durmiendo. Se entregaron sin ofrecer resistencia. Tras su captura, Endo, al igual que su hermano, no mostró signo alguno de arrepentimiento. "Ahora que sufra el pueblo, como yo he sufrido todo este tiempo". Hanzo fue más allá, declarando: "si no nos hubiesen cazado, habríamos vuelto para dispararles durante el entierro de los muertos". 9 muertos y 12 heridos, algunos de ellos con secuelas irreversibles, fueron el balance de la tragedia, si bien Endo y Hanzo creían haber acabado con al menos 20 personas.
Ruriko y Hanage fueron localizadas varios días más tarde, y hechas prisioneras. Sus hermanos no declararon en su contra, y ellas aseguraron desconocer los planes para la masacre, si bien se tenía la certeza de que hubieron de ser las inductoras.
CONSECUENCIAS
Endo y Hanzo fueron condenados a una pena no desconocida en su familia: enviados a la Muralla, al igual que su hermano mayor, dada constancia de sus delitos y con mandato expreso del daimyo Tsuruchi de usarlos como carne de cañón hasta su muerte. Ruriko y Hanage, en su condición de ronin, no disfrutaron de la honorable salida del seppuku y fueron ejecutadas como partícipes de los asesinatos, un fin no obstante más piadoso que el de los asesinos materiales.
Endo acabó sus días consumido por una enfermedad que le hacía sangrar por todos los poros de su cuerpo, a buen seguro resultado de las heridas recibidas a manos de un gaki o un bakemono. Hacía apenas tres meses de su llegada a la Muralla. En su cremación, Hanzo declaró: "hermano, te vas con la satisfacción de que tu madre fue vengada". Cinco meses más tarde, Hanzo fue hallado ahorcado en su celda, antes de volver a ser enviado como masa de avanzadilla en una misión de reconocimiento.
Ambas líneas de sangre terminaron perdiéndose. Shika, la única de los 'kameosa' que tuvo descendencia, casó con un Libélula y dejó claro que no deseaba conservar su apellido; fue una decisión consciente a fin de cerrar la página más oscura de la historia negra Tsuruchi.
CULTURA POPULAR
El suceso fue recreado en un drama noh, "El Séptimo Día", escrito y adaptado por Shosuro Sakura. El relato, aun obviando los nombres de los involucrados, fue fiel a lo acontecido, y obtuvo diversas menciones de honor, incluso en su representación para la familia imperial.
También sirvió como inspiración para una canción popular (de autores, por supuesto, anónimos), "Kyuden en Puerto Hurrarco", cuyo conocido estribillo dice así:
"Rokugan ya no es Toturi
Rokugan ya no es Hantei
Rokugan es, ahora y siempre,
tan negra como la veis."
La matanza sirve como obertura a otros relatos de los clanes, menores y mayores, de tipo similar; un testimonio de la historia negra rokuganesa, de la cual no se habla pero de la que todos sienten vergüenza.
Los cuatro ronin vivieron ocultos como leñadores en un cerro no muy lejano, en la frontera con territorio Escorpión. Hasta el día de los crímenes, nadie supo más de ellos, ni si todo fue repentino o pasaron todos esos años esperando una guardia baja para su revancha.
Tras despedirse de sus hermanas asegurando que 'iban a cazar tórtolas', Endo y Hanzo tomaron sus arcos y una provisión de flechas fabricadas por ellos mismos. Era el festival de Tanabata en Puerto Hurrarco cuando llegaron. Aparecieron por un callejón, y dispararon sus tres primeros virotes sobre sendas niñas de 7, 10 y 12 años, hijas de Tsuruchi Toshiro. Shika, la de 10, fue alcanzada pero logró salir con vida al hacerse la muerta. A continuación, los dos hermanos 'bakezori' caminaron con paso lento y firme, surgiendo de las esquinas y aflecheando a todo aquel cuya ascendencia Fuseya conocían, así como todo heimin a su servicio. Incluso dos arqueros de guardia fueron heridos de gravedad, al no poder disparar más rápido que los asesinos aun teniendo sus armas preparadas.
Tras la matanza, los hermanos Endo y Hanzo huyeron a la sierra. Las patrullas los hallaron nueve horas después, durmiendo. Se entregaron sin ofrecer resistencia. Tras su captura, Endo, al igual que su hermano, no mostró signo alguno de arrepentimiento. "Ahora que sufra el pueblo, como yo he sufrido todo este tiempo". Hanzo fue más allá, declarando: "si no nos hubiesen cazado, habríamos vuelto para dispararles durante el entierro de los muertos". 9 muertos y 12 heridos, algunos de ellos con secuelas irreversibles, fueron el balance de la tragedia, si bien Endo y Hanzo creían haber acabado con al menos 20 personas.
Ruriko y Hanage fueron localizadas varios días más tarde, y hechas prisioneras. Sus hermanos no declararon en su contra, y ellas aseguraron desconocer los planes para la masacre, si bien se tenía la certeza de que hubieron de ser las inductoras.
CONSECUENCIAS
Endo y Hanzo fueron condenados a una pena no desconocida en su familia: enviados a la Muralla, al igual que su hermano mayor, dada constancia de sus delitos y con mandato expreso del daimyo Tsuruchi de usarlos como carne de cañón hasta su muerte. Ruriko y Hanage, en su condición de ronin, no disfrutaron de la honorable salida del seppuku y fueron ejecutadas como partícipes de los asesinatos, un fin no obstante más piadoso que el de los asesinos materiales.
Endo acabó sus días consumido por una enfermedad que le hacía sangrar por todos los poros de su cuerpo, a buen seguro resultado de las heridas recibidas a manos de un gaki o un bakemono. Hacía apenas tres meses de su llegada a la Muralla. En su cremación, Hanzo declaró: "hermano, te vas con la satisfacción de que tu madre fue vengada". Cinco meses más tarde, Hanzo fue hallado ahorcado en su celda, antes de volver a ser enviado como masa de avanzadilla en una misión de reconocimiento.
Ambas líneas de sangre terminaron perdiéndose. Shika, la única de los 'kameosa' que tuvo descendencia, casó con un Libélula y dejó claro que no deseaba conservar su apellido; fue una decisión consciente a fin de cerrar la página más oscura de la historia negra Tsuruchi.
CULTURA POPULAR
El suceso fue recreado en un drama noh, "El Séptimo Día", escrito y adaptado por Shosuro Sakura. El relato, aun obviando los nombres de los involucrados, fue fiel a lo acontecido, y obtuvo diversas menciones de honor, incluso en su representación para la familia imperial.
También sirvió como inspiración para una canción popular (de autores, por supuesto, anónimos), "Kyuden en Puerto Hurrarco", cuyo conocido estribillo dice así:
"Rokugan ya no es Toturi
Rokugan ya no es Hantei
Rokugan es, ahora y siempre,
tan negra como la veis."
La matanza sirve como obertura a otros relatos de los clanes, menores y mayores, de tipo similar; un testimonio de la historia negra rokuganesa, de la cual no se habla pero de la que todos sienten vergüenza.
Los 'bakezori', de izquierda a derecha: Hanzo, Jiro y Endo. |
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