Los días pasan apacibles si los comparamos con los vertiginosos acontecimientos de los últimos días. El torneo de Kyujutsu finalmente da comienzo en el patio del castillo con la Tsuruchi entre sus participantes. No decepciona en la primera ronda. Su habilidad con el arco hace que acertar en la diana sea un juego de niños para ella. A quien me extraña no ver esa mañana de concurso es al yojimbo de Matsumoto, Shiba Nabutaro. Aquél me dice al preguntarle que está en la herrería ayudando al maestro herrero a confeccionarle una armadura a su medida, puesto que no es fácil encontrar una para alguien de su tamaño. Al terminar esta primera prueba con el arco se nos informa que al día siguiente, también por la mañana, tendrá lugar la segunda y será fuera de las murallas del castillo. Consistirá en una prueba montada por lo que es necesario más espacio para el recorrido con los caballos. Al oír esto la Avispa tuerce ligeramente el gesto. Poco después nos confiesa que no sabe montar, por lo que ve difícil salir con bien de la segunda prueba…
A la mañana siguiente volvemos a reunirnos a las afueras del castillo, esta vez, para presenciar la segunda prueba del torneo con arco. El ishiken-do vuelve a aparecer sin la compañía de su yojimbo. Podría disculparlo el día anterior, al fin y al cabo Matsumoto se encontraba dentro del recinto amurallado. Pero hoy, a pesar de que por supuesto hay guardias apostados, no dejamos de estar extramuros… Me extraña este comportamiento tan poco disciplinario de un yojimbo para con su protegido…
Tal y como lo predijo, la Avispa no logra superar con éxito esta segunda prueba. Es en efecto su inhabilidad con la montura lo que la lleva a fallar una y otra vez. A la tercera y última ronda, que tendrá lugar al día siguiente, logran pasar dos Fénix, un León y un Grulla.
Nada más terminar me dirijo a la herrería para hablar con Shiba Nabutaro. Hay cosas que me rondan la cabeza desde hace tiempo. En efecto no se encuentra solo sino con el maestro herrero. Así pues le pregunto si tendría inconveniente en que quedemos en otro momento para hablar, a lo que no pone ningún reparo.
Al día siguiente la última prueba no tiene el mismo aliciente sin la representante del clan de la Avispa entre los participantes. Finalmente acaba adjudicándose el trofeo Shiba Saeko, una bushi Fénix que forma parte de la guardia del castillo.
De vuelta en el castillo la Corte sigue por los mismos derroteros. Se oye cada vez con más fuerza la historia de cómo el clan del Fénix tiene un nuevo Maestro Elemental de la Tierra, Isawa Tadaka. Al parecer éste, para enfado de su sensei, el anterior Maestro Elemental Isawa Rujo, pasaba demasiado tiempo entre los Kuni en la Muralla del Carpintero, por lo que mandó llamar a su discípulo de vuelta a tierras Fénix. Tadaka tardó más de lo conveniente y Rujo montó en cólera. Ambos se retaron a duelo. El ganador se convertiría en el nuevo Maestro Elemental de la Tierra y el perdedor abandonaría el clan…
Escribo una carta dirigida a Shiba Nabutaro invitándole a practicar en el dojo esa misma tarde. Acepta sin ninguna clase de inconveniente. Al llegar veo que también se encuentran allí Asako Matsumoto, que suele entrenar con su yojimbo por las tardes, junto con Toku Buntaru y Tsuruchi Momoko. Ellos tres se disponen a entrenar en un extremo del dojo. Nabutaro y yo empezamos a practicar algunas katas con bokens y bos pero le digo que me interesa más su nagamaki. La nagamaki que forjó mi abuelo. Se sorprende algo por mi petición pero no deja de atenderla. Saca su arma de la funda donde la tenía guardada y me la muestra. Es indudablemente de una factura muy buena. Y allí sigue engastada la tsuba que puso mi abuelo como colofón a su última obra. Dos leones de oro espalda contra espalda. “Pasasteis con él los últimos meses de su vida. Habladme de él.” El Shiba sabe perfectamente que me refiero a Akodo Hanzo, que se esfumó de mi vida cuando yo era todavía una niña de cinco años. No fue mucho lo que le contó al Shiba sobre sí mismo y muchas cosas carecen de sentido para mí. Tal vez Padre sí sepa a qué se refiere… El relato de Nabutaro narra cómo Hanzo lo acogió durante esos meses. También cómo conocieron a Doji Soujiro en el camino de éste hacia esta misma Corte de Invierno. Y cómo algo tanto en la técnica bushi del Doji como en la de la madre de Nabutaro, que fue bushi Daidoji antes de unirse al Fénix, hizo que un resorte se disparara en el interior de mi abuelo retando al Shiba a un duelo a muerte. El único punto en común era Kakita Nabutaro, coetáneo de Akodo Hanzo y gran maestro en el arte del duelo en que los Grulla son unos expertos. Kakita Nabutaro, maestro de ambos Doji y Daidoji, y en honor del cual el Shiba lleva su nombre.
Al poco termina nuestro entrenamiento y le agradezco al Shiba tanto el tiempo que me ha dedicado como el haber devuelto el alma de mi abuelo a la rueda kármika. Tras asearme convenientemente acudo a hablar con mi padre y le narro todo lo acontecido en el dojo con Shiba Nabutaro. Padre asiente, pensativo. Parece estar rememorando cosas que pasaron hace tiempo y que ahora cobran sentido para él pero no me quiere decir el qué. De hecho, tras unos segundos en silencio me mira con determinación y me dice que el nagamaki del Shiba debe regresar a manos León. “Fue Akodo Hanzo-dono quien se la ofreció a él libremente.” repliqué “¿No deberíamos respetar su voluntad y dejar que se la quede?”… Debería estar ya acostumbrada a las miradas furibundas de mi padre. Pero nadie en el Imperio creo que se acostumbraría jamás a sostener la mirada de un León airado. No hay más que hablar al respecto. De hecho, cambia completamente de tema y me anuncia que las negociaciones con el Fénix ya han terminado. Finalmente sí va a haber un matrimonio. Se ha pactado mi enlace con el hijo de Shiba Kazuma, el representante Fénix en estas negociaciones, Shiba Ideaki. Así que sí había algún Fénix disponible, después de todo… Mi padre no me da más detalles sobre mi prometido. “A su debido tiempo.” Frunzo el ceño. Se le está pegando la maldita ambigüedad Fénix… También me dice que un sobrino de Shiba Kazuma vendrá a vivir a tierras León y será instruido como tal. A cambio, uno de los más aventajados discípulos de mi padre hará lo propio en tierras Fénix. Y por supuesto, se erigirá un templo en el Valle de Los Dos Generales para honrar a ambos ancestros. Respecto a los rumores que hacían aparecer a Asako Kentaro como un más que firme candidato a futuro marido de la princesa imperial Otomo Yoroshiku se quedan en humo que se lleva el aire… "Y una última cosa", añade. "En virtud de este matrimonio el Fénix no podrá acudir en ayuda a la Grulla cuando el León la instigue un poco más aquí y allá este verano." Sonríe.
Poco queda ya de la Corte de Invierno. Los días se hacen notoriamente más largos y dama Amateratsu empieza a enviar su luz con más fuerza. Empezamos a prepararnos para el viaje de vuelta que emprenderemos en breve. Nos vamos despidiendo formalmente de nuestros anfitriones y de aquellos samuráis de mayor rango que nosotros. A Asako Kentaro le hago llegar dentro de una caja la pareja del objeto que entregara el daimyo a cada uno de los samuráis nada más llegar al castillo al principio del invierno a modo de juego cortesano, por el cual el poseedor de la otra pareja podía preguntar lo que deseara al poseedor del objeto que conforma la pareja y éste debía responder con sinceridad. Una cadena de plata, en mi caso, que yo llevaba enrollada en la muñeca izquierda y cuya pareja lució también breves días Kentaro tras ratificarse el acuerdo matrimonial entre Fénix y León. Una escueta nota con mi nombre es todo lo que acompaña a la cadena dentro de la caja.
Llega el día en que mis compañeros de viaje inicial y de corte después se disponen a regresar. Tsuruchi Momoko y Toku Buntaro, junto a sus familias. Asako Matsumoto, junto al magistrado Fénix al que sirve como yoriki, Isawa Oruko. Y junto a él su yojimbo, Shiba Nabutaro. Sus caminos los llevan a todos hacia el sur, más allá de tierras León. Así que si tiene que atravesarlas… ¿Quién mejor que una Matsu para que los guíe y los proteja de todo mal?
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