El aleteo de un ruiseñor y todo se vuelve del revés…
Nuestro deber, nuestra obligación es defender y obedecer por encima de todo al emperador. Con nuestra vida si ello fuera necesario. Se nos entrena y se potencia nuestras mejores cualidades como samuráis con ese fin…
Tras rescatar a la princesa Otomo Yoroshiku ésta nos ordenó, en un ataque irracional de furia, que arrasáramos el poblado ronin. Desobedecimos. Una orden directa de una princesa imperial. Debemos proteger, aun a riesgo de nuestra vida, a la familia imperial. Obedecer esa orden directa habría supuesto nuestra muerte en vano ya que habría dejado a la princesa indefensa. ¿Cómo escoger una de ambas opciones sin deshonrarnos? Como estratega Akodo, vi que nuestra posición no era ventajosa. No habría importado si la princesa no hubiera estado allí. Gustosa me habría lanzado, katana en mano, dado mi vida y muerto con honor. Si mi sacrificio hubiera valido no habría sido en vano. Pero ésas no eran las circunstancias…
Yoroshiku dejó bien patente su irritación hacia nosotros durante todo el viaje de vuelta por no haberla obedecido. En una de las paradas nos pidió que no dijéramos nada de lo que el ronin muerto, Niban, dijo acerca de su linaje, que era en realidad hija bastarda de Shinjo Guidaju. Niban dijo saberlo porque muchos años atrás fue el karo del Shinjo. Empeñé mi palabra en la petición de la princesa por lo que, una vez de vuelta en el palacio Gisu, y en audiencia con Shinjo Gidaju, que nos había enviado personalmente y de forma discreta a la misión de rescate, dije que la intención del ronin era la que mencionaba en la carta que había dejado en las habitaciones de la princesa cuando se la llevó, esto es, desposarse con ella. Mi compañero Asako Matsumoto tomó la palabra en ese momento a instancias del Unicornio y le relató gran parte de lo realmente acontecido. La mirada de Guidaju se endureció como la nieve en invierno. No me atreví a enfrentar su mirada. Había vuelto a fallar y por partida doble, esta vez. Primero, a la princesa de nuevo por no haber guardado mi promesa. Y segundo, al propio Guidaju por no haber sido sincera desde el comienzo... Todo parecía más sencillo en el dojo Matsu… ¿No he actuado correctamente? ¿Cuál era pues el camino a seguir? Es como si… todas las decisiones no fueran acertadas… Pero entonces… ¿Qué es lo que hay que hacer? Y ¿cómo?… Parece que hay que estar adivinando continuamente… Porque tampoco hay a quién acudir para saberlo… Dadme una katana afilada y sabré qué hacer con ella. Pero en un duelo dialéctico en la Corte… Nadie empuña las palabras de frente y viene con ellas claramente a la vista a hablar. Me doy cuenta de que soy presa fácil de la dialéctica de los cortesanos... Por otra parte… Tal vez Asako Kentaro podría instruirme al respecto y así podría desenvolverme correctamente en esta Corte. A fin de cuentas es un avezado cortesano Fénix… Si es que tiene tiempo para dedicarme… Mientras, el dojo es mi válvula de escape…
No dejo de pensar en la dura mirada de mi padre cuando éste junto con Asako Kagetsu, Isawa Tomo y Shinjo Guidaju nos hicieron llamar a todos los integrantes de la expedición para hablar sobre el rescate de la princesa. Sabían ya de sobras lo que había ocurrido en realidad. Nos reprocharon duramente el no haber obedecido la orden directa de un miembro de la familia imperial. ¡Cómo explicarles sin que tomaran nuestra decisión por insubordinación que dicha orden nacía del arrebato momentáneo de alguien no entrenado en el arte de la guerra! Tomé la palabra y expliqué que, de haber seguido dicha orden habríamos puesto en peligro la vida de la propia persona que la había comandado. Explique nuestra posición en desventaja táctica. Tanto por número de efectivos como por lo escarpado del terreno, que jugaba en nuestra contra, que nuestro fracaso hubiera implicado dejar a la princesa de nuevo en manos de sus captores ronin… Según hablaba, las palabras me iban sonando cada vez más huecas, vacías de significado ante la dura mirada de mi padre, que reprochaba en silencio nuestra actuación. Aun así, al devolver sana y salva a la princesa, no hubo mayores consecuencias en lo que a nosotros respecta.. Pero no podré olvidar la mirada de mi padre… Debo aprender… De nuevo la encrucijada… qué es lo correcto y qué no lo es… qué es lo que se espera de mí y qué no… Cuál es el camino correcto a escoger… Habría sido mejor morir con honor tras recibir la orden imperial… No puedo acudir a mi padre con mis preguntas. Ya sé su respuesta. La vi en sus ojos…
Asako Kentaro se adelantó. Como buen conocedor de las formas de actuar en una corte. Me hizo llegar el mensaje de que estaría complacido de poder compartir conmigo una taza de té y una conversación agradable. Me puso al tanto del último duelo famoso acaecido en Rokugán entre Mirumoto Satsu e Hida Yakamo, hijo del gran Hida Kisada. Poco se sabía de los detalles del duelo, pero que el Hida acudiera con un tetsubo y acabara brutalmente con la vida del Mirumoto no nos pareció a ambos una conducta honorable. Estábamos especulando sobre las posibles consecuencias que ello podría traer cuando la comitiva de la princesa y sus dos doncellas apareció de la nada y se unió a nuestra conversación. Me sentí honrada de que lo hiciera pero… pronto llevó la charla a un terreno incómodo para mí… De forma velada, jamás hablando a las claras, insinuando una y otra vez mi deshonor por no haber acatado su orden directa… Kentaro hizo lo posible por desviar la conversación hacia otros derroteros más neutros sin éxito. La princesa era un hábil oradora cortesana. Me sentí confusa una vez más. La mirada de mi padre volvía a estar presente en mí. En un momento dado la princesa decidió que quería salir a tomar el aire y que quería que la acompañáramos. Una vez fuera, vimos que ya había dispuesto un espacio para jugar al kemari. Al coger nuestras indumentarias me percaté de que la mía estaba pobremente rematada en las costuras y que al menor movimiento comprometido se desharía, así que pedí que se me cambiara por otra… Durante el juego, la princesa no perdió la oportunidad de pasarme la pelota en cuanto tenía ocasión. Veía inquina en sus ojos... Poco entrenada como estaba en este juego, no siempre podía responder con la destreza y la agilidad requeridas. Cuando decidió que ya se había divertido lo suficiente a mi costa y antes de perder ni un ápice de dignidad, Yoroshiku decidió dar por terminado el juego. El resto de participantes decidieron ir a asearse pero ya que había entrado en calor, preferí ir al dojo a terminar de desfogarme. El Mirumoto también pensó lo mismo puesto que se encaminó también hacia allí. Terminamos entrenando juntos. Y fue todo un honor probar de primera mano la heterodoxa pero práctica técnica niten propia de los de su familia,
Tras el ejercicio físico y el posterior baño, todos los pensamientos acerca de la actitud de la princesa hacia mí parecían muy lejanos y sin fundamento… Hasta que llegó el rumor golpeando como un tsunami. Rumor al que le faltaba apenas tiempo para ser confirmado y convertirse en noticia oficial. La Princesa Imperial Otomo Yoroshiku había elegido ya al que sería su futuro marido. Asako Kentaro. Nada menos. Debo ir a hablar con mi padre… Dudo mucho que ni siquiera me dejaran acercarme a Kentaro para preguntarle… Y, de todas formas ¿qué iba a decirme?… No entendía el sentido de todo esto… ¿Por qué iba una princesa imperial a tomarse tantas molestias contra mí si soy menos que nada para ella?… Mi cabeza iba a estallar… Dadme un katana afilada y sabré qué hacer con ella… Dadme un tanto y mi pulso no vacilará mientras miro a los ojos de la princesa cuando se clave en mi vientre si ella así lo quiere. No tiene más que pedírmelo y gustosa lo haré… No entiendo su juego cortesano contra mí… Tantos hilos movidos contra alguien que no supone una amenaza para ella… Supongo que le debe de proporcionar cierta clase de diversión tratarme así… Y no veo que haya nada que pueda hacer salvo ser su bufón por ahora… He de hablar con mi padre y enfrentarme a su mirada...
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